El término cerámica tiene su origen en la palabra griega keramos (arcilla). Es la denominación más amplia con la que se designan los objetos fabricados con arcilla que han sufrido una transformación fisicoquímica irreversible a través de la acción del fuego. La cerámica —la producción más abundante creada por el hombre—, fue descubierta accidentalmente en el período neolítico (6000 a.C.). Por su vocación utilitaria (profana o sagrada) y su carácter ornamental, está considerada como un medio indispensable para conocer la cultura de cada época, la evolución de las modas y los progresos tecnológicos de las artes del fuego. Tan variadas como sus usos son sus técnicas de fabricación y ornamentación, de las que se ofrece aquí una síntesis (Casanovas 2016)

Hace miles de años los hombres primitivos ya supieron hacer uso de la arcilla, uno de los componentes del suelo. Trabajándola con agua, hacían una pasta que era muy fácil de moldear, las necesidades les hicieron comprender que trabajando esta pasta lograban unos cacharros que utilizaban para uso doméstico, bien en forma de plato o de vasija.
Estos cacharros, una vez secados al sol tenían una cierta consistencia. Es de suponer que, por algún descuido, como pasa en la mayoría de casos, caería alguna pieza sobre el fuego, o como ya conocían el fuego, simplemente pusieron las piezas a cocer, para ver hasta qué punto podían aguantar el calor, proporcionándole a las piezas con este sistema, la dureza propia de la cerámica, con lo que inventaron la alfarería.